¿Alguna vez habéis salvado a una princesa de un castillo? ¿Y a una princesa con barba?
Los estudios saben que tienen un filón con los que llevamos en esto de los videojuegos mucho tiempo. Beneficiarse de la nostalgia es un elemento más que recurrente en estos momentos, y es que, bien hecho, esto puede convertirse en una formula ganadora. El problema viene con juegos como Dungeons & Bombs. Este título de puzzles trata de beneficiarse de un tipo de juego clásico, pero su poca originalidad nos llevará a lo largo de más de 40 niveles llenos de momentos de frustración y tedio.
Desarrollado por PigeonDev, Dungeons & Bombs es un juego de puzzles en el que en cada nivel deberemos salvar a una princesa. La gracia viene representada en que esta damisela en cuestión es ligeramente diferente a lo que nos imaginábamos, ya que tiene barba y pocos elementos femeninos. Esto se supone que está hecho para ser original y provocar risas al jugador, pero es tan divertido como Phil Spencer con melena. Y sí amigos, Phil Spencer no tiene melena, es más, parece que se precipita a una calvicie incipiente. ¿Lo pillas? El juego te da la chapa con este chiste cada vez que pueda, especialmente debido a la constante presencia de la princesa en la parte derecha de la pantalla. Una presencia bastante molesta, hay que añadir. Permanece ahí diciéndonos chorradas todo el tiempo y si sigues fallando un puzzle recibirás una de las pocas coñas que dice, repitiéndose una y otra vez.
A medida que avancemos en los puzzles para salvar a la princesa, tendremos un número limitado de movimientos. La princesa sostiene un trozo de pergamino que muestra cuántos movimientos nos quedan durante el intento. Si ese número llega a cero, deberemos volver a empezar el nivel. Fracasar en un nivel no es algo que nos suponga demasiado, ya que no se tarda nada en volver a empezar desde cero. Sin embargo, el hecho de poder volver a jugar rápidamente no le hace ningún favor al juego.
La jugabilidad de este Dungeons & Bombs está basada en un sistema de cuadriculas sobre el suelo. Pasar de una cuadrícula a otra cuesta un movimiento, pero también tenemos la posibilidad de colocar bombas. Colocarlas también nos quita una oportunidad de movernos y explotarán después de tres movimientos más. En ocasiones, los niveles contienen enemigos que se mueven al mismo tiempo que tú. Si un enemigo está en la misma cuadrícula que tú, pierdes un movimiento adicional. Lo mismo ocurre si te golpea una trampa en el suelo. Todo esto significa que debes planificar cuidadosamente tu viaje por las mazmorras. Tan cuidadosamente, de hecho, que si no completas la mazmorra de forma exactamente precisa, no podrás pasar de fase. Esta es la parte más frustrante del juego. No hay espacio para experimentar o encontrar soluciones interesantes a los puzzles que se presentan. Una única forma de resolución correcta hace que el juego resulte inmensamente prohibitivo.
Por otro lado, hay momentos en los que resolver un puzzle de la forma exacta en la que tiene que ser resuelto puede ser refrescante. Sin embargo, lo que impide que Dungeons & Bombs dé esa sensación es el hecho de que cada puzzle completado hace que la princesa se aleje literalmente de tu personaje y entre en otra mazmorra. Puede parecer una tontería, pero una de las partes clave para sentir esa sensación de logro en cualquier juego es ver que tus acciones son recompensadas. Llegar hasta la princesa sólo para que ésta te dé las gracias sarcásticamente y vuelva a correr peligro es una enorme bofetada en la cara. En lugar de sentir que estaba logrando algo, rápidamente empecé a cansarme mucho del juego.
En cuanto al tema gráfico, cabe destacar que Dungeons & Bombs está bien trabajado. El pixel-art es bonito, se diferencia claramente los elementos en pantalla y la banda sonora también está bien hecha. Otra opción interesante que presenta el juego es la posibilidad de aplicar un filtro que convierte nuestra pantalla en una de las míticas teles de tubo de los 90. No sólo ayuda a captar esa sensación de nostalgia que persigue el resto del apartado gráfico, sino que permite a los jugadores más jóvenes entender por lo que pasamos los jugadores de más edad hasta llegar a los gráficos 4K. El título está totalmente en inglés, y aunque es verdad que tampoco se necesita tener un nivel de Oxford para entender los comentarios de nuestro princeso, pues esto puede echar atrás a más de uno que no domine un poco de la lengua de Shakespeare.
Pese a que el apartado gráfico acompaña, esta buena presentación no compensa el resto de los problemas del juego. Los puzzles de solución única hacen que sea demasiado fácil frustrarse cuando se pasa mucho tiempo intentando superar un nivel. Combinado con una damisela que uno prefiere dejar en apuros y algún que otro bug que empaña la experiencia, Dungeons & Bombs es un juego que si decides pasar de él no te perderás nada del otro mundo.