Hoy os traemos un artículo de opinión sobre la experiencia de haber jugado toda la vida a los videojuegos y sobrevivir en el intento.
Los videojuegos; aquellas maquinitas infernales de las que nuestros padres decían que nos volverían locos algún día. Quizás no les falte razón y a día de hoy estemos todos un poco locos porque, la verdad, nunca pensé que llegaría a los treinta y seguiría disfrutando frente a una videoconsola como cuando era un enano.
Si en aquella época, cuando comencé a dejarme seducir por este mundillo, hubiera sabido que los videojuegos llegarían a ser lo que hoy son, no hubiera dudado en hacerme profesional del sector en cuanto tuviese oportunidad.
Posiblemente fuimos muchos los que no pudimos disfrutar de aquel primer ordenador llamado Amstrad y que era la envidia hacia los amiguetes que lo poseían. Oír hablar en clase sobre que aquella maquina cargaba cintas, para después poder jugar en la pantalla, disparaba nuestra imaginación y hacia que deseásemos ser bien vistos por el chaval en cuestión, para que nos invitase a su casa para poder echarnos una partidas a esos juegos tan maravillosos de los que hablaban.
Jamás me habían llamado atención los ordenadores, más que nada porque estaban fuera del alcance de las familias menos ricas y éramos demasiado ignorantes en aquella época como para saber algo sobre esos “cacharros” que sorbían el coco. Además, en España nos llegaban las cosas de este tipo demasiado tarde y, al no haber Internet (si, chicos, antes no disponíamos de esta herramienta tan común en nuestros días), pues sabias poco o nada sobre el tema.
En los escaparates de todas las tiendas de juguetes aparecían las ya nostálgicas “maquinitas”, donde un par de botones y una pequeñísima pantalla hacían que los chavales nos juntásemos para jugar a “una vida” cada uno.
Mi primera videoconsola fue la Sega Master System2, una consola realmente barata dado que estaba herida de muerte porque la Sega MegaDrive y la SuperNintendo estaban ya en plena batalla por hacerse un hueco en la historia; como había pasado antes, paso después y seguirá pasando mientras haya dos, o mas, compañías potentes en el mercado. El caso es que yo venia de jugar a las maquinas recreativas que solían poner en los bares o en los (tristemente casi extinguidos) salones recreativos: Phoenix, Double Dragon, Tetrix, Out Run… Pues allí estaba yo con una videoconsola en mi poder, y una tele de tubo de quince pulgadas para disfrutarla.
Era tal la ignorancia de esa época, que no supe hasta tiempo después que el Alex Kidd venia instalado en la memoria de la propia videoconsola y solo funcionaba cuando no metías el cartucho del Sonic. Los que son de mi quinta sabrán que en aquella época no había tantas historias de oficina del consumidor, garantías, ni números de atención al cliente a los que llamar, de modo que si vivías en un pueblecito, tus padres no iban a llevarte al lugar donde compraste la consola porque le faltaba un juego. Por eso, fue una grata sorpresa descubrir el Alex Kidd y saber que no me habían engañado; ¡el juego estaba allí desde el primer momento!
De la Sega Master System 2 guardo grandes recuerdos; acompañe a Ax Battler en su cruzada para derrotar al malvado Death Adder, recorrí mundos mágicos sorteando mil y un peligros para liberar a todos los animales secuestrados por el Dr. Robotnick, pelee al lado de Scoter, Karen y Garth para liberar la tierra de los alienígenas, realice algún que otro fatality y flipe al ver los resultados, domine el mundo de Populous, dispute el mundial de Italia 90, visite el castillo de la ilusión con Mickey Mouse, sobrevolé los desiertos a los mandos de un letal helicóptero, desafié al letal Depredador de las películas, fui testigo de la lucha entre Robocop y los letales Terminators, repartí estopa por las “Calles de la Rabia”… En fin; que os voy a contar, fueron años dorados donde veíamos como un futuro se abría camino entre necios que no querían verlo.
Cuanto mas mayor me hacia, mas crecía mi pasión por los videojuegos; devoraba la Hobby Consolas, Súper Juegos y alguna otra que ya no recuerdo, alucinaba con la nueva SuperNintendo; con el increíble Street Fighter 2, con el Super Mario World o con el Ghost and Ghouls. Intercambiaba juegos con los amigos y me enfadaba cuando me los devolvían en mal estado. Comparábamos la SuperNintendo con la MegaDrive y discutíamos sobre cual era la mejor, mientras tanto llegaba a mis manos el Donkey Kong Country 3 y el Killer Instinct ya en el cenit de la inigualable “Super”.
En el horizonte veíamos ya como una videoconsola comenzaba a despuntar sobre las otras y apostaba por los cada vez más comunes CD´s, en vez de los cartuchos. Ya no se hablaba de “cartucho de 16 o 32 megas”, si no que directamente comenzaba a hablarse del CD-ROM en las videoconsolas.
Tiempo más tarde vendría una consola que según su publicidad sería “Tecnológicamente superior”y que se comería a todo lo demás, vamos. Algo que, sin embargo, no fue así ya que los cartuchos eran imposibles de piratear, lo que condeno a la nueva consola al abismo mientras que sus competidoras allanaban el camino hacia lo que conocemos hoy en día respecto a videoconsolas y videojuegos.
Parecía increíble oír hablar de cambios generacionales en las videoconsolas; cuando la PlayStation y la Sega Saturn se repartían el pastel, era inconcebible que fueran a desaparecer por salir otro soporte más potente. Sin embargo, así fue como ocurrió; las videoconsolas evolucionaron y aquellas potentes maquinas de entretenimiento se quedaron obsoletas. Llegaron nuevas formas de juego, cada vez se apuntaba mas gente a este nuevo mundo tan rentable y eran cada vez mas los jóvenes (y no tan jóvenes) que ya no veían extraño tener una videoconsola en su salón, o habitación, junto a su tele. Los videojuegos evolucionaron y pasaron de ser mero entretenimiento donde un muñeco surcaba plataformas hasta llegar al final, para convertirse en verdaderas películas interactivas que ofrecían personajes con personalidad y carisma propios, así como una historia absorbente y entretenida.
Al echar la vista atrás, me doy cuenta de que hubo mucha gente que se equivoco cuando aseguro que eso de las “maquinitas” era una tontería, un “come-cocos”… Quizás a día de hoy sigan diciéndolo, ya que no hay más ciego que el que no quiere ver; el mundo de los videojuegos se ha instalado en nuestra forma de vida y es ya tan común como tantas otras cosas. Una cosa es cierta: no es una moda pasajera.
Posiblemente todo siga evolucionando, seguramente llegue el día en que al jugar a un videojuego veamos lugares y personas tan reales que darán hasta miedo, quizás un día la experiencia de jugar a un videojuego sea algo en lo que podamos participar directamente siendo nosotros mismos los protagonistas en un entorno totalmente virtual…
Los videojuegos evolucionaran, habrá nuevas formas de jugar, gráficos hyper-realistas, consolas virtuales, equipos electrónicos increíbles… Todo podrá evolucionar, pero nunca cambiare las cosas que viví cuando los videojuegos comenzaron a crecer; no cambiare el leer el libro de instrucciones donde venían las descripciones de los participantes en aquel genial juego de lucha, el haber pasado miedo de verdad aquellas noches de verano con aquel terrorífico “Survival Horror”, donde un solo puzzle me tuvo en jaque una semana. No cambiare el echar una moneda de cinco duros y ver la cola que tenia detrás pidiendo la vez para jugar una partida a aquel nuevo juego de recreativa, el tener en mis manos el Doom por primera vez, el peso de un cartucho de 32 megas. No cambiare el haber vivido la fantasía final junto a Cloud y compañía, las calles de Raccon City, los polígonos del primer Tomb Raider, el derrotar al Metal Gear, el jugar con cuatro amigos a través del multitap, las partidas hasta las cinco de la mañana sin volumen para que no me oyeran. No cambiare el jugar con un mando de dos botones y mil movimientos, el desenrollar los cables de la consola para conectarla una y otra vez, pasarme la GameBoy con los amigos cada vez que ganaba un combate, pulsar X, Y, A, A, B para activar el truco, ver los anuncios de los videojuegos en la tele y saber que ya se acercaba el día de Reyes…
Una vez vi un anuncio que, a día de hoy, me parece el mejor anuncio que se ha hecho nunca sobre los videojuegos y no se me ocurre mejor frase para cerrar este articulo que la mencionada en su epilogo: