Análisis de Ninja Gaiden: Ragebound para Xbox Series X. El regreso de un clásico cocinado por The Game Kitchen.
Han pasado años desde que Ryu Hayabusa dejó su huella sangrienta en nuestras pantallas por primera vez. El Ninja Gaiden en 8 bits para NES de 1988 marcó el inicio de una franquicia que, con el tiempo, ha ido evolucionando e incluso cambiando de género. Ahora estamos en 2025 o, como me gusta llamarlo a mí, el Año del Ninjutsu. Los shinobis están de moda. Solamente hay que ver la cantidad de juegos protagonizados por ellos que han salido o saldrán próximamente (Assassin’s Creed Shadows, Ninja Gaiden 2 Black, Shinobi…) Dentro de esta oleada, Ninja Gaiden: Ragebound irrumpe para devolvernos a los orígenes de la saga de Tecmo y para honrar el legado de esta mítica IP.
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Y los encargados de desempeñar tan ardua tarea han sido ni más ni menos que The Game Kitchen. El estudio sevillano (creador de los formidables Blasphemous y Blasphemous 2), bajo la tutela de Koei Tecmo y Dotemu, ha decidido tirar de nostalgia, pero sin renunciar a las posibilidades modernas. Con una jugabilidad afilada como una katana, una estética que mezcla lo actual con lo clásico y una dificultad desafiante, esta entrega se presenta como una nueva joya del neo-retro.
El Dragón y la Araña
Ninja Gaiden: Ragebound es un título cuya historia se desarrolla en paralelo a la del primer juego de NES. Sus protagonistas son Kenji y Kumori.
Kenji es el discípulo de Ryu Hayabusa. Este joven ninja deberá proteger la aldea de una invasión demoníaca cuando su maestro tenga que partir de inmediato para ayudar a su padre. Por otra parte, Kumori es una hábil kunoichi del clan Araña Negra, los eternos rivales del clan Hayabusa. Por un motivo que no voy a desvelar (porque puede ser spoiler), ambos personajes acabarán luchando juntos en una trama que incluye demonios, katanazos, ninjas en moto, conspiraciones del gobierno y muchas otras locuras al más puro estilo Ninja Gaiden.

Veloz como el viento, letal como el rayo
Lo primero que hay que tener en cuenta antes de jugar a Ninja Gaiden: Ragebound es que estamos ante un título sumamente fiel al género de la entrega original. Lo cual quiere decir que nos encontraremos con una aventura de acción y plataformas 2D arcade pura y dura. Esto no es un metroidvania con caminos alternativos y backtracking. La estructura de niveles en la obra de The Game Kitchen consta de fases prácticamente lineales por las que deberemos avanzar mientras acabamos con múltiples enemigos a espadazo limpio, saltamos o esquivamos trampas.
Dependiendo del nivel que toque, manejaremos a Kenji o a Kumori. Ambos personajes se controlan increíblemente bien y su precisión es milimétrica. Los dos ninjas poseen movimientos comunes, como la esquiva o el Impulso de Guillotina. Este último nos permite realizar un giro ofensivo y rebotar para ganar altura en el aire si pulsamos el botón de salto sobre un enemigo o proyectil. La experiencia plataformera se completa con la posibilidad de escalar por techos y paredes.

La diferencia más clara entre ellos reside en sus ataques. Kenji mantiene un estilo de lucha muy similar al del Ryu del primer Ninja Gaiden, mientras que Kumori se especializa más en el combate a distancia lanzando kunais. No obstante, los dos también pueden realizar la Hipercarga. Esta técnica devastadora nos permite, durante unos segundos, lanzar un ataque capaz de destruir ciertos elementos del escenario o eliminar a un enemigo de un solo golpe (excepto jefes), acabando incluso con sus defensas.
La Hipercarga se puede conseguir de dos formas: sacrificando nuestra propia salud para activarla o eliminando a ciertos enemigos marcados. Generalmente, la segunda opción será la más usada. Siempre que nos topemos con un enemigo duro, aparecerá otro débil que nos otorgue el poder al eliminarlo. Esta dinámica hace que el combate sea mucho más estratégico y nos obliga a determinar en que orden debemos derrotar a nuestros rivales para avanzar.

Ninja Gaiden: Ragebound es muy difícil, pero solo si tú quieres
En este punto del análisis, seguramente os estaréis preguntando por la dificultad de Ninja Gaiden: Ragebound. La saga de Tecmo y Team Ninja siempre se ha caracterizado por su exigencia a los mandos y por no tener compasión alguna. En Ragebound, The Game Kitchen ha hecho que el desafío sea más asequible para todos los jugadores, pero sin abandonar ese nivel de reto que hizo famosa a la franquicia.
Porque no nos engañemos. Completar un nivel no es ningún paseo por el campo, especialmente cuanto más avancemos. Los enemigos aparecerán de repente o nos esquivarán y deberemos ser hábiles para eliminarlos. Si nos matan deberemos empezar la fase de nuevo o desde el último punto de control. Pero aquí es donde viene lo interesante, pues el juego nos obligará a aprender secuencias de ataque y memorizar de dónde van a salir los monstruos para efectuar mejores estrategias. Este proceso de aprendizaje hará que cuanto más juegues, más asequible será completar cada pantalla. Algo parecido ocurre con los jefes que, aunque son duros de roer, cuentan con patrones de ataque claros y fáciles de telegrafiar.
Realmente, Ninja Gaiden: Ragebound es un juego cuya dificultad radica en nosotros mismos y lo completistas que seamos. Cada fase cuenta con tres desafíos adicionales para completar (algunos con muy mala uva). Adicionalmente, deberemos recolectar tres calaveras que se encuentran escondidas por el nivel y tres escarabajos dorados. Dependiendo de la cantidad de objetivos cumplidos, sacaremos una nota diferente. Si conseguimos todo, nos darán una S y desbloquearemos una versión mucho más difícil del nivel.

Además de ser un coleccionable, los escarabajos dorados son la moneda de cambio en la tienda del Maestro Muramasa. Este no solo nos aprovisionará de talismanes que ampliarán nuestras capacidades, sino que, si estamos interesados, podremos añadir un punto más de desafío al juego retirando los puntos de control o haciendo que volvamos al comienzo de cada fase con cada muerte. Esto, por otro lado, también nos dará más puntuación al final del nivel.
Pixel art con mucho filo
Pero, sin duda, el broche de oro lo pone el apartado técnico. Gráficamente el título nos regala un precioso pixel art que está a medio camino entre los 16 bits y la generación de 32. Todo está increíblemente detallado, pero sin llegar a la saturación. Los fondos, escenarios y personajes desprenden un encanto especial y único que entra directamente por los ojos. Además, durante la aventura veremos una serie de cutscenes semiestáticas que son pura nostalgia noventera.

Respecto a la banda sonora, nos acompañarán una serie de temas muy cañeros que combinan ritmos japoneses con rock occidental. Esta mezcla explosiva hace que la sensación de frenesí crezca y, casi sin darnos cuenta, acabaremos intentando superar los escenarios a toda velocidad como si fuéramos speedrunners.
En definitiva
Ninja Gaiden: Ragebound es una carta de amor a la saga original de acción 2D de Ryu Hayabusa. The Game Kitchen ha demostrado su buen hacer creando un título prácticamente perfecto. Combinando maravillosamente bien lo retro con lo nuevo, el estudio sevillano nos ofrece una experiencia desafiante, pero no frustrante. Gracias a un control exquisito y a varias novedades en la jugabilidad, el título es más accesible para todos. No obstante, aquellos jugadores que quieran exprimirlo al máximo encontrarán en Ragebound un reto a la altura de los más grandes shinobis de la vieja escuela.
